Alex Sanciprián | todotexcoco.com

México prescindió de complejos y ganó perdiendo


Un partido de futbol que ni fue tragedia griega, ni comedia con final feliz. Fue un drama que vale la pena asumir, disfrutar, inclusive.

México prescindió de complejos y ganó perdiendo
Junio 29, 2014 14:26 hrs.
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Texcoco, Edomex.- Ahora que la Selección de México prescindió de complejos y enfrentó a Holanda al tú por tú, con destacadas posibilidades de alzarse con el triunfo, y darle carta de naturalización a la evidencia de una utopía posible cayó de cara al sol.

El hipotético marcador final de 2-1 (mayoritario) en favor del equipo mexicano en las apuestas mudó y resultó al revés.

Aquí el destino no fue llamado a comparecer. En esta ocasión, lo prodigioso inexplicable se mostró tal cual, con todo y que los postes jugaron a favor de México.

El equipo mexicano de futbol hubiera podido trascender en guarismos económicos, deportivos y políticos, pero finalmente tuvo que ceder, dignamente, el paso a Holanda para la siguiente ronda en el Campeonato Mundial que se desarrolla en Brasil.

El “hubiera” no existe ni tampoco las presuntas calamidades que acompañan a la raza de bronce.

Lo malo de cantar victoria antes de tiempo es que de no ocurrir ésta se alude a la puntual conspiración de circunstancias al extremo de evocar la potencial influencia de maldiciones como la gitana.

Ni la Naranja Mecánica alcanzó estado de putrefacción por unilateral determinación ni tampoco el Chícharo consiguió ponerle sabor al caldo.

Tal parece que el tiempo impuso su mácula, definitiva, a favor de la paciente disciplina de los holandeses y en contra de una frágil ilusión de los mexicanos, sostenida por alfileres, que sucumbió por la inexplicable sombra del prodigio que a veces corre paralelo a los apostadores y siempre del lado de lo real maravilloso.

Así como en los torneos mundialistas de billar la última carambola también tiene tres bandas que cubrir, en el beisbol el encuentro termina hasta que cae el último out, en este caso, los cronistas invocaban el triunfo de la selección mexicana antes de tiempo, los propios jugadores vislumbraron la factibilidad de irse a los tiros penales, en tiempos extras y crecerse al maleficio que se tiene al respecto. Fue entonces que afloraron los descuidos, las inefables inconsistencias y el imperio de los prodigios inexplicables, porque su dinámica no responde a la lógica convencional.

Perdiendo ganó México todo: quedó demostrado que deportivamente las nuevas generaciones juegan futbol de primer mundo, que las utopías realizables son factibles y magnificar ilusiones ánima el espíritu colectivo de un país, y también reditúa monumentales ganancias como negocio.

Por lo pronto, en el futbol habrá que esperar para el siguiente campeonato mundial para ir por la revancha.

Como país ha sido posible demostrar que el ánimo y las esperanzas son esenciales para proseguir como pujante nación, a pesar de infaltables agoreros que adviertan que el país se desmorona, irremediablemente.

La selección nacional respondió, favorablemente, a las expectativas trazadas. El objetivo general se cumplió. Hasta perdiendo se gana, a veces.

Ni tragedia griega, ni comedia con final feliz. Fue un drama que vale la pena asumir, disfrutar, inclusive.

México prescindió de complejos y ganó perdiendo.

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