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La corrupción como actitud


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La corrupción como actitud
Septiembre 11, 2014 09:13 hrs.
Periodismo ›
Gregorio Ortega Molina/ › todotexcoco.com

Definitivamente la corrupción es un hábito cultural, una costumbre, quizá una necesidad para defenderse de los abusos de poder que, en esta nación, puede enarbolar un policía de crucero, un maestro en el aula, un líder en el mercado.

Lo anterior lo escuché en una conversación entre Porfirio Muñoz Ledo y Emilio Uranga hace más de cuarenta años; desde entonces nada se ha hecho en el ámbito educativo, ni en el cívico, para que algo cambie, y el ciudadano que cometió una infracción, con mansedumbre cristiana pague su multa, pero con valor bíblico ese mismo infractor no se detenga para denunciar los abusos de poder.

Lo que azora en la discusión abierta sobre el origen anímico,
cultural o de oportunidad de la corrupción, es que cuando se habla de ella de inmediato se vuelven las miradas a los políticos, legisladores y jueces, como si esos funcionarios detentaran la patente de corso que los autoriza a dedicarse al asalto, al robo y al pillaje, cuando es de todos conocido que la corrupción no necesariamente es pecuniaria, y que el acto de comprar conciencias y voluntades muchas veces se inicia cuando el corruptor decide que a él corresponde comportarse como macho alfa, incluso en su condición de mujer, pues tampoco son unas cuantas las que se solazan en humillar corrompiendo.

Es lugar común considerar que el gobierno seduce y corrompe a la prensa, pero también es conocido que los ejemplares y honestos empresarios, de una u otra manera hacen hasta lo imposible para imponer criterios y voluntades, y para ello compran políticos, como en su momento lo hizo Vito Corleone para fundar su familia, su imperio.

Si se esfuerzan por cumplir con la promesa de EPN de crear legislación e institución para luchar contra la corrupción, debe preverse que las sanciones sean mayores para los corruptores que para aquellos que por hambre o vergüenza extienden la mano y se humillan por unos cuantos pesos, como ocurre con los policías de tránsito, que así proceden porque han de cumplir con la cuota para poder llevar el chivo a sus hogares.

Hay una bizantina discusión sobre si la corrupción es o no un hábito cultural, a partir de que con acierto EPN así la calificara, porque para el presidente como para muchos seres humanos, esa actitud se aprende en el hogar y se arraiga con la socialización en los planteles escolares y en el empleo, pues ya es sabido que el que no transa, no avanza.

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