Hay que obligar a la FIFA al juego limpio

Son tan enormes las dimensiones que ha alcanzado el fútbol masculino a nivel mundial, que no puede ya permitirse que la FIFA, que gobierna ese deporte en todo el planeta, siga funcionando sin tener que rendir cuentas a los países participantes, que son casi todos los del orbe. La Copa Mundial de la FIFA, como ese organismo internacional la denomina en su sitio oficial, lo dice todo.

La FIFA es dueña del fútbol en todo el mundo. Bajo su égida están todos los partidos oficiales que cuentan para acreditar a los campeones en cada rincón del planeta. Opera junto con la IFAB, que es el organismo encargado de modificar las reglas del juego, sin que fuera de esos dos ámbitos pueda haber alguna influencia que las obligue a adoptar medidas que garanticen el juego limpio. El poder es absoluto de quienes controlan a la FIFA y a la IFAB, cuando lo que está en juego en cada campeonato mundial ya es el honor de los países, como lo vive la afición que ha convertido a ese deporte en una de las principales fuentes para elevar como pueblos su autoestima o hundirla hasta el fondo, sobre todo si se queda con dudas sobre la legitimidad del arbitraje. A esos grados ha llegado la competición mundial.

En Sudáfrica, la anterior sede del Mundial de Fútbol, se llegó a alcanzar una audiencia de 3 mil 200 millones de personas, 10 por ciento más de los espectadores que vieron el Mundial de Alemania en 2006, y ahora se espera, en el de Brasil, llegar incluso a los 3 mil 500 millones por el gran avance de las tecnologías en las comunicaciones.

En ese campeonato no sólo está puesto el honor de los contendientes, sino los propios colores nacionales de cada país, y cada trato injusto en el arbitraje es un insulto a la nacionalidad de los equipos afectados, lo cual obliga a los gobiernos, por medio de la ONU, a reclamar una intervención que abra paso a que la FIFA entregue cuentas claras y a la IFAB a imponer nuevas reglas, sobre todo para forzar el uso de la tecnología que obligue a los árbitros a mirar la repetición de cualquier jugada que sea definitoria para el resultado final en el marcador, como ya es de uso común en deportes como el tenis, y a lo cual sistemáticamente la FIFA sospechosamente se ha estado negando.Felices y contentos unos, tristes y decepcionados otros. Así se ha quedado la afición en casi todos los partidos que han tenido lugar hasta ahora en el Mundial de Fútbol por el pésimo arbitraje. Los propios comentaristas no ocultan, como si ya fueran valores entendidos, que con el arbitraje se está tratando de favorecer al equipo nacional de Brasil, en primer lugar. Tampoco descartan la posibilidad de que haya manipulación en los marcadores, mediante el arbitraje, para dar lugar a resultados que favorezcan encuentros futuros en el desarrollo del mundial que está teniendo lugar en Brasil, y que beneficien posibles compromisos asumidos por la propia FIFA.

Así puede leerse entre líneas por los comentarios que emiten los expertos en ese deporte, que dudan de que el buen juicio de los árbitros sea el que vaya a imponerse en todos los juegos, quienes a fin de cuentas son empleados de la FIFA. El mundial empezó con mucho descontento del lado de los equipos nacionales afectados por el arbitraje, y la pregunta que cabe es ¿qué van a hacer los gobiernos al respecto frente a la magnitud del fútbol en la vida de los aficionados?

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